El oro rompe récords y desafía al mercado con un nuevo macrociclo alcista rumbo a 2026

El oro vuelve a ocupar el centro de la escena tras registrar nuevos máximos históricos, confirmando que el movimiento actual no es un evento aislado, sino parte de un proceso más amplio que combina señales técnicas claras con un trasfondo macroeconómico favorable.

Desde el punto de vista técnico, el comportamiento reciente del precio es particularmente relevante. El metal precioso desarrolló un patrón de lateralidad de seis sesiones consecutivas, una fase de consolidación que suele preceder a movimientos direccionales de mayor magnitud. Tras ese período, el precio rompió con decisión la zona de equilibrio y generó un movimiento brusco al alza, llevando al oro hacia un nuevo máximo histórico en torno a los 4442 puntos. Por medición de patrón, no se puede descartar un repunte adicional de muy corto plazo hacia la zona de 4460, aunque el contexto sugiere que las oportunidades más sólidas se encontrarán en eventuales retrocesos y no en compras directas en máximos.

Este avance del oro se produce en un entorno poco habitual, donde los mercados financieros también se encuentran próximos a máximos históricos y el apetito por riesgo sigue siendo elevado. La estructura técnica del mercado accionario sugiere que esos niveles podrían ponerse a prueba en el corto plazo, siempre que la liquidez disponible y el contexto macro acompañen. A diferencia de ciclos anteriores, este rally ocurre con alta liquidez global, debilidad estructural del dólar y una ruptura de las correlaciones históricas que tradicionalmente separaban a los activos de refugio de los mercados financieros. En este ciclo, el oro ha logrado avanzar al mismo tiempo que las acciones, reflejando no solo una búsqueda de protección, sino una revalorización estratégica del metal como activo real dentro de un macrociclo de materias primas en un mundo altamente endeudado.

En el plano fundamental, los catalizadores siguen acumulándose. Las expectativas de políticas monetarias más flexibles, las compras sostenidas de bancos centrales, las tensiones geopolíticas persistentes y la necesidad de cobertura frente a desequilibrios fiscales refuerzan el atractivo del oro. A ello se suma un contexto donde la expansión tecnológica y la inteligencia artificial están incrementando la demanda de energía, infraestructura y materias primas, fortaleciendo el valor relativo de los activos tangibles frente a los financieros.

No resulta extraño, entonces, que muchos analistas de largo plazo manejen proyecciones ambiciosas para el oro. Algunas estimaciones sitúan al metal en niveles cercanos a 6000 para 2026, mientras que escenarios de más largo alcance contemplan precios incluso alrededor de 10 000 en años posteriores. Estas proyecciones refuerzan la idea de que el oro se encuentra inmerso en un macrociclo alcista de aproximadamente 12 años, iniciado tras la pandemia y que podría extenderse hasta cerca de 2030.

Dicho esto, es fundamental subrayar que estas tesis deben evaluarse de manera constante. Los macrociclos no avanzan en línea recta y están sujetos a cambios en política monetaria, shocks geopolíticos, innovaciones tecnológicas y ajustes de mercado. Mantener una visión estructural no implica ignorar los riesgos de corrección ni caer en sesgos de confirmación.