Entre lluvias y desabastecimiento, el verdadero reto es la gestión del agua.
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La CDMX, construida sobre antiguos lagos, enfrenta una crisis estructural hídrica marcada por inundaciones y retos en el suministro y sanidad del agua.
La irregularidad en la gestión del agua se traduce en una serie de problemas sociales como el impacto directo en la salud por la contaminación alimentaria.
Expertos de Arizona State University e Isla Urbana impulsan el entendimiento del agua, analizan los retos en la gestión pluvial y proponen soluciones para el manejo hídrico en la ciudad.
Desde la época prehispánica la Ciudad de México tiene una relación compleja con el agua. La cuenca estaba formada por lagos interconectados que abastecían a las comunidades, y Tenochtitlán contaba con un sistema avanzado de diques y canales. Tras la llegada de los españoles, los lagos fueron desecados para controlar inundaciones y ganar tierra. En los siglos XIX y XX la expansión urbana impulsó la construcción de acueductos y sistemas de bombeo. Hoy, la ciudad enfrenta una paradoja hídrica: algunas zonas se inundan mientras otras padecen escasez.
La irregularidad en la gestión del agua se traduce en una serie de problemas sociales como el impacto directo en la salud por la contaminación alimentaria, aumentando el riesgo de enfermedades gastrointestinales y dermatológicas. Esto debido a que el agua que llega a las zonas conurbadas suele ser de mala calidad o proveniente de pozos clandestinos sin control sanitario.
Casi 250 mil personas en la CDMX no tienen acceso al agua potable, lo que obliga a muchas familias a recurrir al servicio de pipas a precios elevados (pagando hasta 20 veces más por el agua) . Así mismo incrementa la ingesta de agua embotellada en México, alcanzando un promedio que supera los 280 litros per cápita al año, el más alto en el mundo.
En Europa y partes de Estados Unidos el agua del grifo es potable gracias a sistemas de tratamiento y control sanitario avanzados, con plantas que eliminan contaminantes y redes modernas en buen estado. En México, aunque el agua sale potabilizada de las plantas, la infraestructura deteriorada provoca su contaminación durante la distribución. El sistema con más de 50 años y la falta de mantenimiento, sobre todo en zonas conurbadas, hacen que gran parte de la población dependa de garrafones o filtros domésticos para asegurar su consumo.
La CDMX extrae dos terceras partes del agua de los mantos acuíferos, lo que ha provocado hundimientos de hasta 40 centímetros por año en algunas zonas. Además, alrededor del 37% del agua distribuida se pierde en fugas1. Por otra parte, aunque las lluvias de septiembre y octubre del 2025 fueron las más intensas desde hace 34 años y el Sistema Cutzamala alcanzó el ~97% de su capacidad, la ciudad vive una crisis estructural de gestión hídrica y desinformación.
En Convergence Lab “CDMX: La Paradoja Hídrica”, organizado por Arizona State University en colaboración con Isla Urbana, el Dr. Rhett Larson, Richard Morrison Professor of Water Law en la Sandra Day O’Connor College of Law de ASU, y Enrique Lomnitz, fundador de Isla Urbana, analizaron las causas estructurales de esta crisis y las posibles soluciones para un manejo más sostenible y eficiente.
“La precariedad del agua en la ciudad tiene que ver con la forma en que se urbanizó”, explicó Lomnitz, al recordar las expansiones informales de las décadas de 1960 a 1990. “Llevar infraestructura a esas zonas fue muy complicado por razones políticas, ambientales y geográficas.” Añadió que la CDMX siempre ha tenido el reto de la gestión hídrica, porque recibe mucha agua de forma hiperconcentrada en pocas horas y luego enfrenta largos periodos de estiaje.
Entre las soluciones destacadas, Lomnitz señaló que con captación de agua de lluvia es posible vivir total o casi autónomamente durante cinco meses del año, y que este sistema puede cubrir hasta el 40% del consumo de una familia. Actualmente, Isla Urbana ha instalado más de 30,000 sistemas de captación en el país, beneficiando a miles de familias que antes dependían del suministro irregular.
Por su parte, el Dr. Larson aseguró que la capital de México y Phoenix, Arizona, enfrentan desafíos similares: “Las dos ciudades sufren las consecuencias del fenómeno “El Niño”, (aumento anómalo de la temperatura de las aguas superficiales en el Océano Pacífico que provoca cambios en la presión atmosférica) lo que significa más lluvia pero también meses de escasez.”
Aunque existe el concepto “Día Cero”, ambos especialistas coincidieron en que es una falacia, y no ayuda a entender la realidad hídrica. “No describe lo que en realidad ocurre y genera alarma en la sociedad”, afirmó Lomnitz, quien propuso pensar en el “Día Uno”: un nuevo paradigma para atender los retos de la gestión del agua en la ciudad.
Este espacio de análisis entre ASU e Isla Urbana concluyó que el futuro del agua en la CDMX no depende únicamente de la infraestructura, sino del conocimiento, la participación social, la cooperación y el diálogo binacional. Comprender el agua así como su origen, su hidrografía, sus usos y sus pérdidas es el punto de partida para diseñar políticas sostenibles, transparentes y equitativas.
El Dr. Larson enfatizó que “entender el agua significa entendernos como sociedad: nuestras prioridades, desigualdades y decisiones colectivas.” Desde esta perspectiva, el entendimiento del agua es más que sólo técnico, es ético y cultural: reconocer su valor común, su papel en la vida cotidiana y su estrecha relación con los derechos humanos.
Lomnitz añadió que este cambio de visión es posible si se apuesta por la educación, la transparencia y la acción local. “Cuando las personas empiezan a captar agua, cambian su percepción: dejan de ver la lluvia como un problema y comienzan a verla como una oportunidad. Esa es la semilla de una nueva cultura del agua.”
El Convergence Lab de Arizona State University reafirma su papel como un espacio binacional que conecta la ciencia, la política pública y la acción ciudadana para abordar los grandes desafíos globales. En alianza con proyectos sociales como Isla Urbana, impulsa un diálogo que trasciende fronteras para construir un futuro hídrico más justo y resiliente.
Lo fundamental es el entendimiento del agua, debemos comprender su ciclo, sus límites y nuestro potencial para crear ciudades más sustentables. El conocimiento compartido entre la ciencia, la comunidad y la academia garantiza el acceso equitativo y sostenible al recurso más importante para la vida.

























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